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La expresión del rostro entre dulce e incisiva está llena de encanto. Está vestida con un traje azul claro muy escotado. El cabello está recogido en un tocado de hojas de roble

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El movimiento de las manos de la dama que Madrazo atribuye a la actitud de ponerse una pulsera, aunque de cerca vemos que la mano derecha juega con un rosario.

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La mirada es altiva y desafiante, sin disimular la escasez de su cabello. Sobresale una intensa alopecia fronto-parietal, tiene nariz recta, reflejo corneal, boca pequeña con una sonrisa incipiente y pudorosa.

Mary Ruthven, esposa de Van Dyck

Hacia 1640. Óleo sobre lienzo, 104 x 81 cm

El arte pictórico de Van Dyck tiene gran distinción y elegancia como retratista de moda en Londres y Amberes. Destaca el toque de embellecimiento de los rostros, con exquisito cuidado de la mirada y los gestos del personaje.

En la plata primera, sala 16 B, dirigimos nuestra mirada exploratoria al retrato de su esposa. María Ruthven, de familia escocesa aristocrática, nació en 1622, nieta del conde de Gowrie, se casó con Van Dyck en 1639 y murió en 1645.

Curiosamente en el Catálogo de los Cuadros del Prado (1910), de don Pedro Madrazo, este cuadro solo es reconocido como Retrato de señora y como copia de Van Dyck. Sin embargo, ya en 1946 un grabado de María Ruthven despejó las dudas sobre su identificación en el  retrato de Van Dyck (Museo del Prado, Catálogo de las pinturas, 1996).

A pie de cuadro observamos la imagen de María con una intimidad llena de profundidad psicológica. Como destaca la doctora Aurora Guerra («Las calvas ilustres. La alopecia de la mujer en el arte», 2022) en este retrato “el espíritu femenino inunda la pintura, a la vez tierna y realista”.

María está en pie, de más de medio cuerpo y tamaño natural. La expresión del rostro entre dulce e incisiva está llena de encanto. Está vestida con un traje azul claro muy escotado. El cabello está recogido en un tocado de hojas de roble, que en la cartela del Prado se relaciona con la fortaleza y la constancia que se asocia  simbólicamente a este árbol.

Es interesante el movimiento de las manos de la dama que Madrazo atribuye a la actitud de ponerse una pulsera, aunque de cerca vemos que la mano derecha juega con un rosario. La mirada es altiva y desafiante, sin disimular la escasez de su cabello (Olga Marqués, «Pelo, patología y arte», 2019). 

Veamos la semiología clínica en nuestra visita médica. Sobresale una intensa alopecia fronto-parietal, tiene nariz recta, reflejo corneal, boca pequeña con una sonrisa incipiente y pudorosa. Los dedos de las manos, largos y afilados, evocan los rasgos marfanoides. María, una mujer bella, altiva y orgullosa, a  pesar de tener una alopecia llamativa que afecta a las regiones frontoparietales y el vértex  en su totalidad.

JUICIO CLÍNICO

Alopecia androgenética femenina

Anton Van Dyck
Amberes, 1599 – Blackfriars, Londres, 1641 

Van Dyck y Jacob Jordaens, junto a Rubens y Brueghel el Viejo, son los pintores flamencos más importantes del siglo XVII.

Van Dyck nació en Amberes, fue el séptimo hijo de Franchois van Dyck y tuvo un entorno familiar de artistas. A los diez años entró como aprendiz en el taller de Hendrick van Balen  y después fue discí-pulo aventajado de Rubens.

En 1620 se desplazó a Londres invitado por el rey Jacinto I.

A finales de 1621 partió para Italia donde completó la formación de su estilo pictórico. Durante seis años conoció Venecia, Roma, Palermo y sobre todo Génova donde se erigió como principal retratista de la aristocracia local. En Italia aprendió el tratamiento de paisaje y de la luz al estilo veneciano y se interesó por Tiziano; Veronés y Tintoretto.

Regresó en 1627 a Amberes y trabajó al servicio de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia. En 1632 se trasladó a Londres reclamado por su fama por el rey Carlos I, fue ennoblecido y auspiciado con un alto rango social y económico.
 
Van Dyck murió en Londres el 9 de diciembre de 1641, a los 42 años de edad. Fue sepultado en la catedral de San Pablo.