En este maravilloso cuadro, tan pequeño de tamaño como grande de ejecución, Rosales utilizó una técnica personal y espontánea, con pinceladas sueltas y enérgicas, de gran riqueza plástica y riguroso dibujo. Con excelente tratamiento de la luz, sitúa a sus personajes con gran sentido del volumen en el interior de una sala.
La escena representa el momento en que Jeromín, después don Juan de Austria (1545-1578), hijo natural de Carlos V y que ignora el parentesco con el emperador, es conducido a su presencia en el monasterio de Yuste.
En la primavera de 1546 Carlos V viudo tuvo una relación con Bárbara Blomberg (1527-1597) en Ratisbona, y fruto de aquel encuentro fue el nacimiento el 24 de febrero de 1547 del futuro don Juan de Austria, el gran estratega de la batalla de Lepanto (1571).
Jeromín, tímido adolescente, vestido de azul intenso, levemente inclinado con desasosiego, es presentado por su tutor don Luis de Quijada.
A la derecha, destaca un conjunto de nobles de la corte, vestidos con una veracidad asombrosa. En medio se advierte un personaje con aire de una fgura de El Greco. Un noble cuchichea al oído de otro, quizás los cotilleos de la escena.
La pasión de Rosales por la reconstrucción arqueológica se manifesta en la decoración de la sala con un Ecce Homo y La Dolorosa de Tiziano, hoy en el Prado y que Carlos V se llevó consigo a Yuste.
Carlos V llegó a España con 17 años, con su corte de famencos y borgoñones, acabando con la regencia del cardenal Cisneros.
Don Carlos abdicó al trono el 25 de octubre de 1555 para retirarse al monasterio de Yuste (Cáceres). A Yuste llegó tras un largo y penoso viaje el 3 de febrero de 1557.
A pie de cuadro (Sala 61 B) vemos a Carlos V postrado en un sillón junto a una ventana, casi inválido por sus ataques de gota, quizás con artritis aguda de la primera articulación metatarso falángica (podagra). Sus piernas cubiertas por una manta reposan en un cojín y una alfombra. Está acompañado de su perro mastín y dos frailes del monasterio. Tiene signos de desnutrición, alopecia frontoparietal, nariz recta y prognatismo.
Carlos V tuvo su primer ataque de gota a los 28 años dada su gula crónica e ingesta permanente de carnes y alcohol. Además tuvo intensas hemorroides con trombosis del plexo hemorroidal.
Durante su estancia en Yuste tuvo accesos de fiebre alta, escalofríos y sudoración profusa, vómitos y diarrea. El cronista Prudencio de Sandoval escribe “ habíale dejado la gota y vínole una terciana…” El estado general empeoró con anorexia, desnutrición con evolución a caquexia palúdica y falleció el 21 de septiembre de 1558 a los 58 años de edad.