DANA VALENCIA:

Diario de nuestros voluntarios en la zona cero

Recogemos en esta sección el relato de los voluntarios que quieren aportar su testimonio sobre la experiencia que vivieron durante los tres días en los que nos adentramos en la zona cero de la DANA en Valencia, reflejo de la huella indeleble que dejará para siempre en las vidas de los que allí estuvimos.

Viaje a Valencia; un viaje para nunca olvidar

Valencia 2024

Paula Martín Blanco
Estudiante de 2º NHyD y CyTA

El día 30 de octubre España se despierta con una horrible noticia. Las autoridades confirman 92 muertos en Valencia, un fallecido en la provincia de Málaga y dos en Castilla-La Mancha.

La AEMET eleva el nivel de aviso de color naranja a rojo en Cádiz por riesgo de acumulación de agua.  El Gobierno anuncia tres días de luto y declarará la zona como “altamente afectada”.

Todo el mundo habla de la lamentable noticia, mis padres, familiares y amigos, todos estamos desconcertados, las redes sociales empiezan a funcionar y comienza la solidaridad de todos los españoles creándose puntos de recogida de comida, ropa, productos de limpieza, etc.

Toda España se vuelca en ayudar a los valencianos puesto que ha sido la comunidad más afectada.

Yo una estudiante de Nutrición Humana y Dietética y Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la Universidad Autónoma de Madrid, aunque afectada por lo ocurrido tengo que seguir con mi vida, puesto que, aunque ellos estén pasando por este drama la vida continua.

El día 05.11 recibo un WhatsApp de un profesor (Jesús Poveda de Agustín), en el que nos informa a los estudiantes que el fin de semana del 08 al 10 noviembre un grupo de estudiantes partirá a algún pueblo de Valencia para ayudar en lo que necesiten.

Se lo reenvío a mis padres, les digo mirar lo que me han mandado, ”que pena” me encantaría ir pero, no puedo tengo examen el viernes 8 de 10.30 a 13.30 y no me da tiempo a llegar a la hora de la salida a la Facultad de Medicina, mis padres me dicen que es una iniciativa preciosa, que cuando llegue a casa lo hablamos y analizamos que opciones tengo, e incluso mi madre me dice que si necesitan conductores está dispuesta a ir con el grupo, mi padre no, pues tengo un hermano pequeño y se quedaría con él, pero me dice que cuente con él el viernes para recogerme al final del examen y llevarme a la facultad de medicina para poder llegar a tiempo.

Cuando llego a casa, sin saber cómo, ya me he metido en el grupo de ayuda y veo a mi compañero Jorge que también está, le escribo y entre los dos decidimos hablar con el profesor para ver si nos puede adelantar el examen y poder salir a las 13h, así lo hacemos y como no podría ser de otra manera, el profe no pone ningún problema y accede a nuestra propuesta.

Aunque no ha sido fácil, la primera conclusión que saco es que el “querer es poder”.

Día 8 de noviembre: Facultad medicina (Universidad Autónoma de Madrid)- Aldaia (Valencia)

Recuerdo a la perfección la sensación que recorría mi cuerpo el viernes 8 de noviembre de 2024, una mezcla de nerviosismo y entusiasmo.

Mi día empezó a las 6 de la mañana, cuando me sonó el despertador para dirigirme a la universidad a hacer un examen y posteriormente sumergirme en una experiencia que marcaría por completo mi vida.

La mañana se me hizo super larga y estaba super nerviosa por conocer a todo el mundo que me iba a acompañar en esta experiencia única y reconfortante.

Por fin mi reloj marcaba las dos de la tarde y me encontraba rodeada de gente con ganas de ir a Valencia a ayudar y aportar su granito de arena.

Nos pusimos manos a la obra a cargar el autobús con mucho material médico y enseres que la gente había donado, fue en este momento cuando miré a mi alrededor y me di cuenta de que todos estábamos ahí juntos, sin apenas conocernos, con una misma misión: colaborar con la ayuda a Valencia y hacer algo positivo. Realmente me di cuenta de la importancia y veracidad del famosos refrán: “La unión hace la fuerza”

Ya estábamos todos listos para salir dirección Aldaia en el autobús, los coches y la furgoneta.

A mí me toco compartir coche con 3 compañeros con los que compartía el gusto y la afición por la nutrición. Estuvimos todo el camino intercambiando anécdotas, experiencias y hablando de temas muy profundos y nutritivos a nivel personal, sin duda una de las cosas que me llevo de esta experiencia es la amistad que he entablado con ellos y lo cómoda que me hicieron sentir sin apenas conocernos.

Quedaban 10 minutos para llegar a nuestro destino y en el coche se podía respirar nervios, ganas de ayudar y mucha, mucha tristeza, pues todo a nuestro alrededor estaba lleno de calles sucias, llenas de basura, cosas rotas e inservibles, coches destrozados, barro…

Por fin llegamos al colegio donde pasaríamos la noche y nos pusimos a descargar nuestros equipajes y todo el material que llevábamos. Fue en ese momento donde me volví a dar cuenta que todos remábamos hacia un mismo sentido y con una misma finalidad. Se me llenó el corazón de alegría al ver lo que éramos capaces de hacer juntos.

Cada uno nos acomodamos en un lugar de la inmensa habitación del colegio en la que pasamos la noche.

Llegó la hora de cenar y lo hicimos en un acomodado y acogedor patio donde nos presentamos uno a uno y contamos anécdotas e historias para conocernos más. Pasamos un rato muy divertido entre muchas risas y experiencias, algo que era de agradecer pues a nuestro alrededor todo era tristeza y dolor tras una Dana que había arrollado el recuerdo y la vida de muchas personas.

Llegó la hora de meternos en el saco de dormir para descansar y coger fuerzas para el gran día que nos esperaba, donde agotaríamos todas nuestras energías con el fin de ayudar a Valencia.

Día 9 noviembre: Aldaia-Loriguilla

Las 8 de la mañana, sonó el despertador y todos nos preparamos para enfrentarnos a un día que sin duda alguna nos marcaría de por vida y el cuál sería muy muy cansado, pero también muy gratificante.

Desayunamos y cogimos fuerzas para emprender nuestro camino hacia el ayuntamiento de Aldaia, donde nos dirían que sitios eran lo que más ayuda reclamaban y necesitaban. Nos vestimos y pusimos todo el material necesario para irnos a las calles a ayudar a todo aquel que lo necesitara hasta no poder más.

En el ayuntamiento, nos dijeron que recorriéramos las calles de Aldaia, que en todos lados de una manera u otra se necesitaba ayuda y manos e incluso había lugares donde podríamos encontrar muchos garajes comunitarios con trasteros que estaban hasta arriba de agua, barro y lodo y necesitaban manos y ayuda para limpiarlos y sacarlos adelante.

Recorriendo todas las calles de Aldaia en busca de lugares en donde ayudar, nos paramos a descargar un montón de furgonetas que venían de Galicia y Valladolid, cargados de botas, guantes, mascarillas, ropa, fregonas, escobas, comida y mucho, mucho material proveniente de personas solidarias que habían donado para ayudar y aportar su granito de arena en esta situación tan desgarradora y triste para el pueblo Valenciano.

Ayudando con las furgonetas, nos encontramos con un hombre que dirigía y mandaba a los voluntarios a sitios donde era necesaria la ayuda de forma inmediata y continua y nos ofrecimos a ayudarle y acompañarle.

Nos llevaron a la Carrer Doctor Marañón y sus alrededores donde encontramos muchos voluntarios ayudando a limpiar y vaciar garajes que estaban hasta arriba, con coches y trasteros destrozados. Sin pensarlo, nos pusimos toda la protección necesaria (monos, gafas, botas, guantes y mascarillas) y nos adentramos en estos garajes con el único fin de ayudar, ayudar y ayudar.

La gente del pueblo nos aplaudía, nos decía que éramos unos auténticos valientes y nos agradecían muchísimo nuestra valentía y nuestra ayuda. Por todos lados nos ofrecían agua, zumos, bocatas y comida caliente, además de materiales de protección.

Terminamos de vaciar y limpiar el primer garaje y nos adentramos en el segundo, el cual ni siquiera tenía luz ni linternas, nos buscamos la vida para conseguirlas y acto seguido nos pusimos todos a limpiar y a sacar cubos llenos de lodo y agua sin parar.

Eran las 14 horas de la tarde y llevábamos ayudando desde las 9:30 sin parar y con ganas de seguir haciéndolo. El hecho de ver como nuestra ayuda, la de todos unidos, estaba dando sus frutos y poco a poco los garajes se iban vaciando de barro, agua y lodo fue un impulso de energía para seguir, a pesar de estar físicamente muy cansados.

Comimos y repusimos fuerzas y sin pensarlo continuamos con el que sería el reto más grande del día, un garaje de dos plantas en el cual la mezcla de barro, agua y lodo nos llegaba por las rodillas.

Era muy bonito y gratificante ver cómo ante las desagracias, la propia gente del pueblo que quizás habían perdido todo, incluso la vida de personas que querían y añoraban, y voluntarios de otros sitios arrimaban su hombro para ayudar. Éramos muchos voluntarios de un montón de lugares: Madrid, Sevilla, Badajoz, Navarra, Murcia, Barcelona… que sin importar los kilómetros que habíamos recorrido para llegar hasta allí, estábamos ayudando y aportando todo lo que podíamos. Todos barríamos hacia la misma dirección y el mismo objetivo, vaciar y limpiar ese aparcamiento, sin ni si quiera conocernos e incluso sin tener tiempo para mirarnos a los ojos y preguntarnos cómo nos llamamos o de dónde venimos.

Trabajamos muy duro entre todos, barriendo para achicar el agua y el barro, llenando cubos con palas y sacándolos entres dos dejándonos la espalda y la energía con el único fin de ayudar. Tras varias horas de trabajo, llegó la ayuda un hombre que tenía una bomba que impulsaba el agua hacia arriba, lo cual ayudo mucho e hizo que al llegar las 18:30 horas de la tarde, el parking estuviera vacío de agua, barro y lodo y todo nuestro esfuerzo y sudor hubiera merecido la pena.

Llegó la hora de irnos de vuelta al colegio para recoger nuestras cosas y seguir camino al polideportivo de Loriguilla donde nos acogerían con mucho amor, cariño, duchas calientes, mantas y comida, mucha comida.

Nuestro convoy estaba compuesto por el autobús, el cual no estaba en Valencia pues había regresado a Madrid y cuatro coches. Éramos 80 personas y no teníamos suficiente espacio para ir todos hacia el polideportivo. La gente de Aldaia, con todo lo que tenían encima que no era poco, se ofrecieron a llevarnos hacia el polideportivo y nos llenaron nuestras mochilas de agradecimiento y mensajes bonitos como que nunca nos iban a olvidar y que nuestra ayuda era mucho más de lo que nosotros imaginábamos.

Nos tocó vivir momentos muy duros emocionalmente, cuando la gente nos contaba como lo habían vivido y lo que todo esto había repercutido en su vida. Escuchamos como gente había vivido las pérdidas de sus trabajos, comercios, casas y lo que sería más duro, la perdida de seres queridos y la incertidumbre y tristeza ante desapariciones sin saber que había sido de sus familiares y/o amigos.

Después de 30 minutos de viaje, llegamos al polideportivo y allí nos estarían esperando habitantes y la alcaldesa del pueblo de Loriguilla, con una sonrisa en la cara y muy emocionados antes nuestra presencia con muchos más mensajes de agradecimiento.

Nos ofrecieron colchones, mantas, comida, ropa y lo que sería todo un privilegio duchas con agua caliente.

Todos muy cansados nos duchamos, probablemente una de las mejores duchas de muestras vidas jeje, y nos pusimos cómodos para cenar.

Cenamos un montón de comida que nos ofrecieron: ensaladas, bocatas, pasta, zumos, galletas, pan, fruta…era todo un banquete. Después de cenar, nos sentamos en un corro a contar cómo nos había ido el día y que era lo que más nos había impactado de él.

Entre todos, llegamos a la conclusión de que lo que más nos había impactado y marcado era como la gente se crecía ante las dificultades de la vida y a pesar de la circunstancia que estaban viviendo, tenían palabras bonitas y de agradecimiento que ofrecernos, comida, material, como personas que habían perdido todo, nos ofrecían hasta lo que no tenían, sus casas para dormir, duchas para limpiarnos….

Nos encantó ver como entre todos somos capaces de hacer cosas muy grandes y como la unión hace la fuerza.

Después de una charla muy nutritiva, reflexiva y bonita nos fuimos a descansar lo cual sería muy necesario para el día que nos esperaba.

Día 10 noviembre: Loriguilla- Alfafar-Facultad de medicina

Dieron las 7 de la mañana y la luz del día y un sol espléndido nos daban los buenos días. Todos muy cansados y doloridos por todo el esfuerzo que habíamos hecho el día anterior, nos pusimos manos a la obra, desayunamos para coger fuerza y nos vestimos con todo el material necesario para afrontar una mañana dura de trabajo y seguir con nuestro objetivo, ayudar.

Una vez estábamos todos preparados y con la fortaleza para afrontar nuestro último día, unos habitantes de Loriguilla nos ofrecieron llevarnos en sus coches hacia Alfafar que sería el destino de ayuda de ese día.

Parecíamos un convoy de expertos, con policía local y todo incluido, nos dirigimos todos hacia Alfafar.

Una vez llegamos, todo estaba lleno de coches destrozados y apilados y muchos muchos comercios destrozados y arrollados. Se podía palpar la tristeza y desesperación de los habitantes en sus caras.

Íbamos un poco concienciados de lo que nos íbamos a encontrar, pues el día de antes,  nos dijeron que era una zona muy afectada y la cual necesitaba mucha ayuda.

Nuestra mañana se centró en ayudar a vaciar un garaje donde previamente se habrían encontrado dos cadáveres, algo que me produjo mucho dolor y tristeza.

Nos llenamos de barro hasta las orejas, sin exagerar, ayudando a sacar cosas y vaciarlo. De nuevo todos juntos remábamos hacia un mismo objetivo.

Ayudamos a limpiar calles y carreteras y aprovechamos toda la mañana para ayudar a todo el que lo necesitara.

Dieron las 12:30 de la mañana y nos teníamos que ir de vuelta hacia el polideportivo de Loriguilla a ducharnos, cambiarnos y emprender nuestro camino de vuelta a la facultad, llenos de emociones encontradas y mucho mucho cansancio.

En el coche de camino a Madrid, compartí anécdotas y hablé sobre cómo había sido nuestra experiencia con los tres compañeros de carrera que ahora considero amigos, pues en estos tres días habríamos compartido tantas cosas, duras y bonitas a la vez, que habría surgido una amistad muy bonita y sincera.

Al llegar a la universidad nos estarían esperando nuestros familiares, los cuales nos recibieron con muchos aplausos y con palabras como: “que orgullosos estamos de vosotros”.

Ya en el coche, le conté con pelos y señales mi experiencia a mis padres y como, si no hubiese tenido exámenes en la universidad, me hubiera quedado a ayudar más días.

 En conclusión, mi experiencia ayudando a los pueblos de Valencia ha sido totalmente enriquecedora.

A medida que caminaba por las calles, lo que antes era una ciudad llena de movimiento, vida y alegría, ahora parecía un lugar sumido en el caos y la tristeza con casas destruidas, coches arrastrados y destrozados por el agua, familias sin hogar, personas fallecidas…

A pesar de la devastación, algo que me sorprendió y me tocó profundamente el corazón fue la solidaridad de la gente.

Ver cómo los vecinos se ayudaban entre sí, cómo los voluntarios se unían sin pensarlo, y cómo las sonrisas aún surgían entre los rostros cansados y devastados.

Todo esto, me hizo darme cuenta de algo muy valioso, en los momentos de mayor oscuridad, el ser humano tiene una capacidad infinita de iluminar el camino del otro. Ayudar durante esos días no solo fue una tarea física, fue un acto de humanidad que me recordó que, más allá de las dificultades externas, siempre hay un lazo invisible que nos une.

Aprendí que en las crisis no estamos solos. La ayuda no siempre tiene que ser en grandes gestos, a veces, una mano extendida, un abrazo o una palabra pueden significar el mundo para alguien que ha perdido todo.

También entendí lo frágiles que somos ante la fuerza de la naturaleza, pero también lo fuertes que podemos ser cuando nos unimos, cuando ponemos nuestro tiempo, manos y corazón al servicio de los demás.

Este aprendizaje no solo ha quedado en mi memoria y en mis experiencias, me ha marcado profundamente, recordándome que la verdadera fuerza no está en lo que poseemos, sino en lo que somos y lo que hacemos.

Ya de vuelta en mi casa, tengo sensaciones encontradas; cansancio, tristeza, rabia, indignación, pena, satisfacción, orgullo… son sensaciones difíciles de transmitir, esto es para vivirlo no para contarlo, aunque ha sido una experiencia dura, ha sido muy gratificante, y tengo claro que la repetiría una y mil veces más.

Todo el mundo que me rodea no para de repetir que la juventud de este país estamos demostrando que somos solidarios y que están muy orgullosos de nosotros.

Granito a granito se hace una montaña, y todos nosotros el día de mañana podremos decir que estos pueblos han vuelto a brillar por voluntarios como nosotros.

Gracias Jesús, y gracias a la UAM por contar conmigo y darme la oportunidad de participar en este gran grupo de ayuda médica universitaria (AMU).